Se subió a la micro y se tropezó con el escalón, el chofer la miró con odio
por el estancamiento de personas que se provocaba en la parada. Ella se levantó
de un salto, se sacudió las manos y pagó su viaje. No alcanzó a desparramarse
en un asiento cuando envuelta del ambiente dramático de la música de sus
audífonos, medio desmayándose en el pasillo, sonó un trueno y Amanda salió
disparada hacia el cielo por una fuerza extraña, pero que en la micro nadie
notó. Quedó flotando suspendida en el aire por unos tres segundos y con mayor
fuerza fue derribada, traspasó la micro, traspasó el cemento, traspasó el
subterráneo, el metro, traspasó tierra, gusanos, rocas y un zapato y cayó por
fin en un colchón, y la cubrió una suave manta de siete colores. Se hundió con
los ojos cerrados y en paz, rebotando un tanto, hasta que por fin se detuvo,
tranquila en esa tibia cama. Se acurrucó con la manta, se giró y abrió los
ojos, para ver a alguien que estaba durmiendo hacia el lado contrario, sin
manta, por lo que le veía la nuca, la espalda…
Buscó los audífonos y se los puso de nuevo, y quedó inconsciente del
cansancio que tenía, había sido un día extraño.
Ayer…
Amanda estaba acostada en el pasto, hacía calor y le saltaban chispitas que
crepitaban de una pileta en el parque, estaba relajada y se quedó dormida. Soñó
que dormía, y que soñaba que dormía y se despertó sobresaltada, no le gustaba
esas trampas mentales. Por lo que guardó sus cosas que estaban regadas por las
flores y esperó en una banca para encontrarse con él.
La espera la obligó a revisar su celular, revisar los 122 mensajes que
tenía guardados, los 61 contactos que tenía en su agenda y a rehacer un minijuego
corto y al que recurría cuando estaba aburrida. (aburridanerviosa)
Él estaba atrasado, y ella estaba histérica. Fue al río para hacerse la
interesante, y ella deseaba que él llegara en ese momento y viera que Amanda no
estaba en la banca. En el río no podía ver su reflejo como los personajes de
las películas pueden darse el lujo, sólo veía un caudal de barro. Tiró una
moneda al río y pidió que él llegara, fue a la banca y no pudo sentarse, porque
estaba él.
Se sentó en sus piernas y lo abrazó del cuello con los ojos brillantes, y
después lo mechoneó por el retraso y él la abrazó y se rió.
Le regaló la típica flor hecha de goma en compensación, la invitó a tomarse
un helado en la micro y le dijo que era tan hermosa y le dijo puras cosas
estúpida y psicológicamente románticas y la fue a dejar a su casa.
Ella pensó en una vida color azul y que ahora mágicamente tenía frío un día
de verano y le daban ganas de meter sus brazos en su polerón.
Tenían una relación: Iban a rodar al cerro de la ciudad, aplastando gente y
plantas, comían barato, siempre conversaban de cosas imaginarias, y aunque
ellos no se daban cuenta, caminaban al mismo ritmo y coincidían con el color de
la ropa que vestían.
El lunes se estaban despidiendo bajo un farol con una luz intermitente y
una polilla despistada y chistosa chocó en el ojo de Eduardo. Amanda la atrapó
y la guardó en su cartera y Eduardo le gritó cuando ella se alejaba ¡Maltrato
animal! Y ella encontró tierno calificar a la polilla de animal y le daba
nervio sentir los choques de sus viajes alados en la cartera.
Esa noche soñó que se le perdía la cabeza y que un caballero con rombos se
la encontraba, después que se caía en un concierto y como estaba oscuro por el
apagón, esta vez se le caía el corazón, y un caballero con rombos se lo
encontraba. Soñó que estaba tan drogada como el otro día, y se reía como
alguien sin cabeza y sin corazón, miraba al frente y estaba el caballero con
rombos drogado, sin cabeza ni corazón.
Al despertar, tenía un movedizo calamar en el pelo, y se lo tuvo que secar
y se resfrío, porque el mar que le dejó es frío, de ahí se lo tuvo que lavar,
porque la llenó de sal de mar, y se lo tuvo que secar por segunda vez porque se
lo tuvo que lavar. Pero el calamar le calmó el corazón, y se tomó un té de chocolate.
Con chocolate en el alma, salió a buscar a Eduardo, de lejos vio que otra
vez tenía una flor de goma, tenía una feliz y nauseabunda noticia, pero Eduardo
estaba entrando a una cafetería… Amanda corrió y tenía una vista HD desde la
vitrina, Eduardo le pasaba no una flor de goma, sino que un elaborado paquete
envuelto en papel de regalo a una puta con unos 5 meses de embarazo y le dio un
beso en la clavícula…
A ella se le vino a la cabeza cuando ayer le decía que era hermosa, cuando
le hablaba de romances, y sin embargo en un rato, un día, cualquier día te
engañaría sin querer, con querer o por inercia, y te cambia… te cambian por
cualquiera.
Amanda no tuvo la valentía para enfrentarlo, por lo que dejó a su amante
correr y corroer, se conectó a su mugriento dispositivo musical, escuchando
“Creep”, se subió rápidamente a la micro y es como sucedió que quedó suspendida
en el cielo, y luego traspasó la tierra hasta llegar a ese desconocido colchón,
y esa desconocida nuca y espalda… después de un rato de tratar de entender, vio
que en el piso había un chaleco con rombos… que ya era de día y que esa no era
su pieza y su boca tenía pizcas de ravotril.
Y bueno… si Eduardo ya tenía que responsabilizarse de una paternidad, ella
como lo amaba no lo agobiaría con otra, ya se encontró a otro padre para su
guacho.
Acepté.
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